“Soco” y “Cachilo”: Los Hermanos Díaz

“Soco” y “Cachilo”: Los Hermanos Díaz

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Francisco Benicio y Julían Antonio Díaz fueron músicos santiagueños oriundos de Salavina. Tierras a orillas del Rio Salado donde aún se conserva el quechua santiagueño. Shalakos les llaman a los pobladores de las costas de ese río.

 “Soco” Díaz cultivaba la guitarra y el bandoneón con gran intuición musical . Compuso con su hermano  “Cachilo” varias composiciones fundamentales del folklore santiagueño. Desgraciadamente “Soco “ murió prematuramente a los 49 años en 1948.

Atahualpa Yupanqui en La Revista Folklore Nº 16 (1/4/1962) lo recuerda en este artículo, que mas tarde modificado por completo , aparecería en la Canto del Viento con el título de Benicio Díaz (Capitulo 25 – (1)  se puede leer completo  al final de la nota)

 

En la Revista Folklore Nº 74 (4/8/1964) se hace una entrevista al Cachilo Díaz en Santiago del Estero , en la escuela de música que regenteaba  junto a su hijo Luis Mariano , Tushca y donde nos cuenta entre otras cosas, de su inicio en la música  junto a su hermano Benicio, sus obras , su admiración por los músicos populares como el violinista ciego Conrado Pérez, y Los Hermanos Simón por su “fidelidad interpretativa”

 

En unas páginas de la Revista Folklore Nº 287 (Noviembre de 1978)  dedicadas a la figura de Mario Arnedo Gallo, hay una foto suya , con “Cachilo Díaz” y Luis Billaut  con motivo de una despedida que le hicieran al pianista y bombisto,  sus amigos santiagueños.

 

En ese artículo,  Mario Arnedo Gallo  evoca a Benicio “Soco” Díaz :

 

En esa nota nos recuerdan también  una de sus obras mas conocidas:

 

En “Folklore” Nº 130 (27/9/1966) Alma García realiza una nota con motivo  que los integrantes del Conjunto Los Peregrinos , le hicieran una visita a su paso por  Santiago del Estero.

Ya Cachilo había sufrido una dolencia  que no le impedía seguir adelante con su escuela musical y en contar sus recuerdos a los visitantes.

 

Don Atahualpa buen amigo del Cachilo con quien colabora poniendo la letra en varias de sus temas musicales , es el encargado de avisar a la redacción de la Revista Folklore de su fallecimiento el 28 de setiembre y  hacer la nota que aparece en el Nº 153 (11 /10/1967)  y que titula “En el adiós al Cachilo Díaz”.

 En la nota exalta la figura musical de los Díaz, del dolor del Cachilo ante la prematura muerte de su hermano y cuenta la circunstancia de la creación de  “La humilde” ,que repetirá  en algunas de sus presentaciones antes de la interpretación de la chacarera.

Esta es la versión incluida en un CD titulado “El Canto del Viento” editado por Microfon USA Inc en 1990

Se han extraido otras dos interpretaciones en guitarra de Yupanqui , de su disco Canto y Guitarra Volumen 7 Odeon LDS 797.

El gato “Don Fermín” del Cachilo

Y “La Finadita” chacarera firmada por los dos hermanos

 

 

Cuarenta y tres temas son los registrados en SADAIC y como puede verse en el listado además de los compuestos en solitario o con su hermano Francisco Benicio “Soco” Díaz , a músicas de Cachilo  le han puesto letras , el mismo Atahualpa Yupanqui , Oscar Vallés, Adolfo Ábalos, Rodolfo Ovejero, Sixto Palavecino y  hasta  Leo Dan.

Nombre del tema                                                     Compositor                                     Autor

A VER SI PUEDO 1968 Cachilo Díaz
ACHALAY 1955 Cachilo Díaz – Francisco  Díaz
ANDANDO 1949 Cachilo Díaz – Francisco  Díaz
BREA CORRAL 1968 Cachilo Díaz Oscar Valles
DE LOS ANGELITOS 1982 Cachilo Díaz Adolfo Abalos
DON BENICIO 1956 Cachilo Díaz – Francisco  Díaz
DON FERMIN 1981 Cachilo Díaz Oscar Valles
DON MOISES 1968 Cachilo Díaz
DOÑA MARIA LUISA 1954 Cachilo Díaz
DOÑA OLIMPIA Cachilo Díaz
DOS POTENCIAS 1968 Cachilo Díaz Leo Dan
EL BELLACO 1968 Cachilo Díaz
EL CHUCARITO Cachilo Díaz
EL PILON Cachilo Díaz – Francisco  Díaz
EL PINTAO 1977 Cachilo Díaz – Francisco  Díaz Adolfo Abalos
EL POLQUIAO 1968 Cachilo Díaz
EL VENTAJAO 1967 Cachilo Díaz Oscar Valles
ESCONDIDO DEL CACHILO 1954 Cachilo Díaz
LA ALABANZA 2002 Cachilo Díaz – Francisco   Díaz Atahualpa Yupanqui
LA AMOROSA 1963 Cachilo Díaz – Francisco Díaz Oscar Vallés
LA BLANCA ROSA 1958 Cachilo Díaz Atahualpa Yupanqui
LA DE LUIS 1968 Cachilo Díaz
LA DEL CACHILO 1986 Cachilo Díaz Rodolfo Ovejero
LA DEL CINCUENTA Y OCHO 1968 Cachilo Díaz
LA ENREDADORA 1968 Cachilo Díaz Oscar Valles
LA FINADITA 1956 Cachilo Díaz – Francisco  Díaz
LA HUMILDE 1963 Cachilo Díaz Oscar Vallés
LA MOCHA 1965 Cachilo Díaz – Francisco Díaz Oscar Valles
LA OLVIDADA 1963 Cachilo Díaz – Francisco Díaz Atahualpa Yupanqui
LA RENGUITA 1981 Cachilo Díaz Oscar Vallés
LA SABAGASTERA 1968 Cachilo Díaz Oscar Vallés
LA TROMPETERA Cachilo Díaz
LA VIEJA Cachilo Díaz – Francisco Díaz Oscar Vallés
ME DICEN EL OREJANO 1979  Benicio y Cachilo Díaz Oscar Vallés
ME LLAMAN LA CARBONERA 1981 Cachilo Díaz Adolfo Abalos
MEDIO A LA MADRUGADA Cachilo Díaz
MI FLOR DE CHACARERA 1971 Cachilo Díaz Rodolfo Ovejero
OJALA PUDIERA 1968 Cachilo Díaz
PARA ZAPATEAR Cachilo Díaz
SALAVINA NO TE OLVIDO 1961 Cachilo Díaz Sixto Palavecino
SENTIDO ESTOY 1954 Cachilo Díaz
TUSCHCA Cachilo Díaz
YO SOY LA CARBONERA 1977 Cachilo Díaz Oscar Vallés

 

De una antigua recopilación de música popular de Santiago del Estero se rescatan dos pequeñas interpretaciones sin nombre atribuidas a la guitarra del  “Cachilo” Díaz

Las carátulas de La Olvidada ( Nunca te olvidamos), editadas por Editorial Lagos con ilustraciones del pintor Raul Alonso Buenos Aires 1923-1993) y de Luis Alberto “Kike” Sánchez Vera (1932-2010)

 

Por último ilustrada por Roberto Capurro (1903-1971) la tapa de la partitura de la muy hermosa zamba de los Hermanos Díaz que puso letra Oscar Vallés. En  homenaje al autor  se puede escuchar la versión de los Cantores ,de Quilla Huasi de 1963.

 

Nota; si alguien está interesado en las partituras de alguno de  estos dos temas, solo  debe solicitarlo a través del correo de contacto


 

(1) Extraido de la página de la Fundación Yupanqui, el capítulo XXV completo incluido en el libro “El Canto del Viento) 1965-    http://www.fundacionyupanqui.com.ar/elcantodelvieno.html   

 

BENICIO DÍAZ

Toda la tierra santiagueña es un riquísimo yacimiento quechua. Los pueblos viejos levantaron sus caseríos a lo largo del Salado, entre los bosques, bajo soles ardientes, con oscuras acequias cuyas aguas los nativos “aclaraban” con penca’i tuna.
Después llegó el ferrocarril. Las vías se tendieron a lo largo del río Dulce, y prosperaron nuevas comarcas criollas, mientras se empobrecían las viejas aldeas indias del Salado. Para colmo, este río, entre arenales implacables, desapareció en leguas, y sólo de tanto en tanto asoma su espejo entre los montes y barrancos sedientos. Allí, cerca del agua preciada, las mujeres instalan sus chozas, mientras los hombres combaten en la selva con los inmensos quebrachales, o marchan hacia el Tucumán de los ingenios azucareros.
La región “shalaca”, como llaman a la zona del Salado, es la comarca indigenista más antigua e importante de la provincia, Allí se encontraron los hermanos Wagner. Allí nacieron las mejores vidalas, alabanzas, chacareras, de síncopa indiana. Allí asomaron a la vida folklórica los más diestros bailarines, las mejores tejedoras y randeras, los más afamados “compositores” de huesos rotos y los magos de la medicina quichua. Allí pasaron su vida, entre el asombro respetuoso y supersticioso de las gentes, los “domadores de tormentas” más famosos del Salado.
Estos extraños personajes aparecían cuando estaba el tiempo nublado y ofrecían sus servicios al que tenía pequeña huerta o sembrado nuevo. Cobraban por anticipado un par de pesos y hacían noche en medio de la siembra; y amanecían luego de la tormenta, con las ropas sucias y el rostro descompuesto, y la melena en desorden. Habían peleado “mano a mano” con la tormenta y la habían vencido con su magia particular. Claro es que casi siempre aparecían un par de botellas vacías entre los sembrados…
Cuando comenzó el país a interesarse por los temas musicales de origen folklórico, todo santiagueño amigo del arpa o la guitarra vio la posibilidad de un camino de prosperidad económica y fama nacional. Se produjo, aunque no deliberadamente, una sucesión de “recopilaciones” que tenía color de piratería folklórico. Y se produjo en Santiago un éxodo de artistas y “sacha-músicos” que se largaron hacia el sur, camino de Buenos Aires.
Entre los que nunca sintieron deseos de abandonar su pago -ni por su fama ni por su plataestaba
Benicio Díaz.
Este mozo, criollo y quichuista, tenía en su alma todo el color, el drama, la alegría y el lirismo de su tierra “shalaca”. Tal vez no haya habido en toda la provincia un tocador de chacareras tan artista y cabal como Díaz. Con su hermano Julián formaron el dúo de músicos populares de más autenticidad. Conocía Benicio los secretos de cada compás de la danza. Salavina tenía su canto, su arena, su luz. Atamiski tenía su sol, su travesura, su sonrisa. Loreto tenía su empaque, su orgullo indiano, su antigua castellanía. Silípica tenía su silencio y sus pencales. Sumamao ostentaba su paz de adobe claro y cielo azul, donde los veintiséis de diciembre los muchachos hacían las tradicionales “corridas de indios” en la
festividad de San Esteban.
Todos estos detalles, y mil más, conocía Benicio Díaz, y los incorporaba al tema de sus danzas y sus vidalas. Ahí estaba el secreto que desconocían los otros “folkloristas”: el arte de hacer música con rigor tradicional, con ritmo exacto y criollo acento melódico, y además con todo el color, y el lenguaje, y el aire y el paisaje de la zona a que cada tema pertenece.
No en chiste una vez dijo Enriquez, citando a Díaz: “Toca en quichua”. Y era verdad. La voz de su sonido era quichua.
Inteligente y observador, Benicio Díaz preparaba sus danzas sin apuro. Pulía, compás a compás, la chacarero o la vidala. Buscaba el tono adecuado, el acento expresador. Y trabajaba sin drama ni ostentación. Era un criollo de veras.
Sencillo y bondadoso, nunca puso precio a su arte, y nunca fue un profesional del folklore.
Tampoco se dejó engañar por los señoritos, que reclamaban a menudo su participación en una fiesta. Sabía bien quiénes eran sus amigos y quiénes aparentaban serlo.
Quedan de él muchas vidalas, chacareras, algunas zambas, alabanzas, escondidos, gatos, huellas.
Más de treinta años de andares y cantares formaron su prestigio popular. Casi todos los nativistas santiagueños de la última hora han tomado el modelo de las chacareras de Díaz para sus composiciones de éxito-. Es posible que lo nieguen con el tiempo. Siempre ocurre así. Pero no podrán negar la influencia que Díaz ha tenido en el ambiente santiagueño durante años. Está el pueblo para defender esa verdad.
Hace muchos años nos dimos con Benicio Díaz el saludo de “hermano”. De él aprendí muchas cosas, cosas del paisaje santiagueño y su música. Viajamos mucho por las selvas y las salinas. Soles quemantes nos vieron andar por esos campos “shalacos”, dando nuestro nuestro canto al paisanaje, sin hacer profesión.
No sólo su hermano Julián ha quedado sin aparcero. También ha entrado la soledad en mi corazón. Y pienso que la mejor manera de honrar al artista y al amigo muerto es expresando con toda verdad el espíritu del hombre y su paisaje. ¡No han de separarse tus danzas de mi guitarra andariega, hermano Benicio! Y tu vidala “Andando” seguirá diciendo las cosas de la tarde en tu tierra de Salavina, en esos minutos de la última luz, cuando la brisa viene de los jumiales sedientos para escuchar la copla:

“Conozco todos los pagos.
Los, de ayer y los de hoy,
andando …
Y así me paso la vida
sin saber ni adónde voy,
andando …
Corazón triste
pensando en tu amor …”