El mendocino Armando Tejada Gómez ganó con este libro, en el año 1974, el premio de Poesía de La Casa de las Américas , dedicándoselo al brasileño Josué de Castro , autor entre otros muchos ensayos de “Geopolitica del hambre” (1951) con el que intentaba concientizar acerca de esta calamidad mundial , sus causas y sus consecuencias. Josué de Castro había fallecido el año anterior ,1973, en Francia donde permanecía exiliado.
Alma García en la Revista Folklore Nº 231 (Marzo de 1974) le realiza por este motivo una entrevista a Armando Tejada Gómez con el título “De la olla popular a la cultura del ají”.
En ella, después de comentar cuales fueron los motivos de inspiración y las circunstancias de la presentación de la obra al Concurso de la Casa de las Américas, refiere que en relación al tema , ya habían preparado una serie de canciones con el Cuchi Leguizamón, dos de los cuales serían grabadas inminentemente por el Duo Salteño. Se trataba de la chacarera “El Hombre del Aji ” y “Geografía del Vino”.
También tenían previsto presentar una adaptación en forma de representación teatral y la grabación de un disco con los siguientes temas: Pedro Islero, Chaya de la Albahaca, Zamba del Laurel , Zamba de los cultivos, Kaluyo del Mar , Milongas de los Asados, El hombre del Ají. La grabación nunca llego a concretarse.
El espectáculo con recitados y canciones sí llegó a representarse , y de eso nos informa nuevamente Alma García en la Revista Folklore Nº 248 (Agosto de 1975) en una nota que tituló “Rescatar el Laurel”. El evento se llevó a cabo en “El Socavón” con Tejada Gómez como relator, el catamarqueño Jorge “Negro” Rojas en voz y guitarra, “Colacho” Brizuela (guitarra ) y el Zurdo Roitzner en percusión.
Las letras de tres de aquellas canciones se habían publicado en el Nº anterior 247 (Julio de 1975), junto al anuncio del estreno de la obra integral “Canto Popular de las Comidas”
En la biografía de Armando Tejada Gómez de BYM aparece como que el espectáculo fue interpretado también con el Dúo Salteño.(a confirmar)
http://www.bymsrl.com/index.php?option=com_content&view=article&id=261
1975- CANTO POPULAR DE LAS COMIDAS, con Dúo Salteño, Teatro Esmeralda, Buenos Aires.
Mas recientemente, en el año 2003, el músico Guillermo Apeseche con un grupo de artistas recrearon el Canto Popular de las Comidas durante varias semanas en el Centro Cultural Recoleta. Noticia aparecida en Pagina 12 firmada por Karina Micheleto
https://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-23511-2003-08-02.html
Representativas de aquel puñado de canciones son la “Zamba del laurel” y la chacarera ” El Hombre del Aji”.
Gracias a nio121288 y a Federico Cabral las escuchamos por el Duo Salteño
https://www.youtube.com/watch?v=lJ3PupdKOLA
https://www.youtube.com/watch?v=k_tHv3aMrU4
El libro se puede leer o descargar en el Blogspot con muchísima información sobre Tejada Gómez, lo cual agradecemos mucho..
http://armandotejadagomezobra.blogspot.com/2016/01/libro-09-1974-canto-popular-de-las.html
Para terminar dejamos el prólogo del libro donde Tejada Gómez nos explica el porqué de su obra.
Fe de búsquedas
El primer deslumbramiento que tuve con el tema de las comidas en la poesía, fue en mi niñez leyendo nuestro poema nacional Martín Fierro:
Venía la carne con cuero,
la sabrosa carbonada,
mazamorra bien pisada,
los pasteles y el buen vino
pero, ha querido el destino
que todo aquello acabara…
Me inoculó cierta nostalgia esa sentencia, nostalgia por un menú que creí irrecuperable y que, creciendo, rescató la mano del pueblo, pues ninguno de esos platos habían caído al olvido como creía don José Hernández. Más acá y ya lector infatigable, advertí en mis andanzas de cantor de ranchos y boliches, las innumerables referencias a los alimentos, su preparación y sus bondades que hay dispersas tanto en la copla popular anónima como también en el cancionero folclórico no sólo de nuestro país, sino también en el de España y la América Latina.
Allá por 1950, conocí fragmentos de la chilenísima Epopeya de las comidas y bebidas de Chile del gran Pablo de Rokha, precursor colosal -como a él le gustaba decir- de la poesía latinoamericana de masas. Luego, en cientos de libros perseguí las ocasionales alusiones a las comidas y celebré largamente el abordaje del tema por el otro Pablo inmenso, Neruda, en sus sensuales y bellísimas odas al caldillo de congrio, al ajo, a la cebolla. También me deslumbré de encontrar el olor a cocina en algunos textos sagrados de distintas religiones y, fundamentalmente, en esa catedral de conocimiento antropológico que es La rama dorada de Sir James Frazer.
No obstante, y como todos saben, la literatura sobre el tema es por demás exigua, y mis búsquedas, sobre todo históricas, han sido mayormente infructuosas. Tan es así, que al disponerme a escribir un Cancionero nacional de las comidas, origen de esta obra, con el músico salteño Gustavo Leguizamón, me encontré con un territorio inexplorado en nuestro país desde el punto de vista de la poesía. Todo lo que pude hallar está en la literatura de investigación folclórica, y los textos, casi siempre antiguas ediciones, son muy difíciles de consultar.
Tema tan subestimado por nuestro interés cultural ha provocado el asombro de la mayoría cuando se supo que yo estaba escribiendo sobre un asunto aparentemente tan distante de la poesía, según esta es entendida por nuestras costumbres mentales. Durante los dos últimos años he amolado la paciencia de amigos y desconocidos urgiéndoles datos, comentarios, alusiones, notas y cualquier material escrito, literario o no, que me ayudara a penetrar el cerrado mutismo en que hemos mantenido un hecho de tal categoría vital y tan lleno de connotaciones subyugantes.
En la tarea he descubierto cosas tan sorprendentes como que la comida regional es el único elemento folclórico vivo, pues nadie puede preparar plato alguno partiendo de los habituales
recetarios de cocina, sino por la tradición oral y la práctica directa. En fin, que, como siempre, no sólo he ido escribiendo el poema, sino también aprendiendo, a medida que entraba en el tema.
Se advertirá claramente que, al contrario de los gigantes que me preceden -De Rokha, Neruda-, yo he dado menos materia poética al mundo de las sensaciones del paladar, porque me ha importado mas expresar la relación dialéctica que las comidas tienen en la vida del hombre y de los pueblos, ajustándome a una geografía necesariamente limitada: lo que podemos definir como civilización de Tiahuanaco, esa zona de influencia cultural que va desde el alto Perú al Río de la Plata, acentuando el contenido nacional de que se nutre mi poesía y a insoslayable regionalidad argentina de mi palabra.
Por último, y ya con la obra terminada delante, estoy cierto de que este poema no es sino un punto de partida. Me he preguntado también si en lugar de un poema a las comidas, no he escrito una especie de geopoética del hambre en nuestro continente, y se me ha impuesto la obligación de dedicarlo al brasileño Josué de Castro, cuyos libros han dado a este poema ese estado de conciencia de lucha contra el subdesarrollo en nuestro Continente, vértebra de una lucha política y cultural contra el imperialismo donde la epopeya no se cuente sólo por los héroes, sino por la presencia de las masas populares en la transformación de la vida histórica.
Armando Tejada Gómez
foto extraída de la página https://www.saludymedicina.org
Acerca de ” El hombre del ají”
Armando Tejada Gómez, dedica un capítulo al hombre minero que con coca, alcohol, y ají va intentando pelearle a su destino. Si embargo no encontramos allí el origen de lo que fue la Chacarera interpretada por el Duo Salteño y que aparece en su disco DUO SALTEÑO Tonodisc TON 1042, sino en un capitulo posterior llamado ” Recetario del Viento”.
¿Cómo resiste el Zoilo Guaquinchay
sobre el silencio inmóvil de la piedra,
dándole al socavón, dándose y dando
un golpe a la tiniebla y otro afuera?
Un combo (1) aquí, por que no tengo madre
y otro por sí, cavando, la tuviera;
dándole, dando con paciencia oscura
a la ternura hembra de la tierra.
Porque no puede ser, porque no puedo,
porque puede que sí, puede que pueda
estar agonizando mientras vive,
mientras resiste con la lengua afuera.
El hombre del ají, mira de lejos
por los ojos hurones de la siesta
y entonces se le ve, profundamente,
que le queda infinita la tristeza;
que ya no es suya, que la trajo al hombro
una heredad de Mita y Encomienda
y polvosa de siglos, se hizo polvo
entre sus sometidas polvaredas.
El mata el hambre con sabor picante
y demora a la muerte en su acullico,
se redime en la aloja, cuando puede,
en la macha feroz llora su grito.
A vacilantes pasos de baguala
viene, el día de pago, tropezando
a manotones con su propio incendio,
náufrago para siempre en su naufragio.
Bebe su situación, come y no come,
esconde el hambre antigua en un sancocho,
moja la soledad en los boliches
y ella lo espera atrás del trago pobre:
Acodada en su sombra, cavilosa,
teje su telaraña en los rincones,
hasta que Zoilo Guaquinchay se entrega
y entonces, se lo lleva a empujones.
En la raída euforia de la noche
le amontonan la sombra las estrellas,
eructa, como un dios, hacia el olvido
y queda tambaleando en la insolencia.
¿Así que agonizando, Guaquinchay ?
¿Con que echándole ají a todas las penas ?
¿Noviando con la muerte ? ¿Has olvidado
que la muerte se acuesta con cualquiera?
De un modo muy nocturno, el Zoilo sabe
que hay que matar al hambre, despenarlo,
que un cuchillo de ají y otro de furia
pueden, remotamente, arrinconarlo
y entonces, con un pan de trigo joven
y un día cereal y un vino largo,
darle de frente sonde más nos duele
y no engañarlo con el picante.
De una manera oscura, el Zoilo piensa
que se puede poder, que acaso pueda
liberar el ají de sus verdugos
y devolverlo júbilo a la mesa.
Por eso es que resiste allí debajo
del ataúd minero de la piedra,
porque puede que sí, que esté pudiendo,
porque puede poder, puede que pueda
rescatar del ají su fiesta pura
y abrirle un socavón a las tinieblas.
(1) Combo: Maza de hierro, gran martillo: se usa para moler mineral
Como deciamos el origen en el libro de la chacarera “El hombre del ají” esta Incluido en el Capítulo: “El recetario del viento” (parte 7)
Alarido sepulto atrás del fuego,
cuchillito del ay, duende perverso,
alza el ají su dedo amenazante
en el chuychuy crispado del invierno.
Y el cuero transparente del verano
aturde de estampidos la memoria
porque la piel, huyendo a sus avispas
nos cabalga la sangre y la desboca.
Su júbilo nos cunde detonando
como un río de cauce iluminado
y adentro de nosotros crece el día
como un primer tañido campanario.
Cuando muerdo el ají, muerdo en la vida.
Patalea en mi sombra la tristeza.
En la agonía larga de los perros
suelta su percusión la chacarera
Clama en la voz despierta los sonidos,
pone claves de sol en la madera
y luego, lujurioso hasta el jadeo,
canta en la soledad toda una legua.
Arde el ají en el mar dc la saliva,
sabor polvaredal, lengua de arena
con ramas de laurel incendia al mundo
y quema al mismo diablo en sus hogueras.
Ají del alto sol, macho quitucho
verde putaparió, tábano arriba,
¡entra a mi corazón como a comerme
y pegàme un balazo dc alegría
Versión final de la Chacarera
Alarido atrás del fuego
dientecito por la sangre
cuchillito del ají,
ay, ay, ay que mata el hambre.
La piel, mordida de avispas,
no siente que se hace tarde,
y el ají quema la puna
cuando la luna está que arde.
El ají del alto sol
es un minero quitucho
que nos abre un socavón
luminoso y corajudo.
Dame el júbilo travieso
que desboca la alegria
y poneme el corazón
picante y pata pa’ arriba.
Quiero morder en la vida
por adentro y por afuera
y en el sueño de del ají
despertar la chacarera.
En el ardor jubiloso
un sabor como de arena
sale ardiendo del ají
con toda la lengua afuera.
El ají del alto sol
es un minero quitucho
que nos abre un socavón
luminoso y corajudo.
Cuando el hombre del ají
se macha y carnavalea
siente que en su soledad
se derrumbe la tristeza.