Rolando A. Valladares

Rolando A. Valladares

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Desde su Tucumán natal  , su rica inspiración aportó   temas fundamentales al cancionero folklórico.
Un ejemplo lo constituyen sus  vidalas; “Lejos” ,” Subo”,”Ay amor”  o “Tarco viejo” de la década del 40, o las que les siguen posteriormente,  sus composiciones con letras de grandes poetas como Manuel J.Castilla, Raúl Galán ,José Augusto Moreno o Luis Alberto Sánchez Vera  y finalmente su obra con otros poetas de aquella provincia como Pepe Núñez, Lucho Díaz, Chichí Costello, Rubén Cruz o Néstor Soria.
En Folklore Nº 53 (octubre de 1963) aparece el comentario de su disco “El Canto de Rolando Valladares” , que como decía el comentario  “encerraba un enorme caudal autoral”, “irremplazable en la discoteca de todo melómano que se precie de tener las más genuinas imágenes sonoras del canto de nuestro pueblo”
Fue acompañado por Norberto Ambrós al piano y los solos de guitarra de Jorge Panitch

Pero antes en el Nº 51 (setiembre de 1963) de la Revista, el poeta ensayista y traductor mendocino Hugo Acevedo (1925-2007) develaba las circunstancias del viaje  de Rolando Valladares a Buenos Aires para la grabación de aquella placa.
Se dejan  esas páginas y la transcripción completa , porque creemos contienen un valor documental.

Cuando el domingo 1º de septiembre el “Cinta de Plata” llegaba, por fin, a Retiro, tan sólo dos poetas aguardaban a ese tucumano que, enmarcado entre una mochila y una guitarra, bajaba para satisfacer un anhelo de sencilla apariencia, pero de significación profunda: Rolando Valladares, compositor, cantor y, por ahí, poeta también, acababa, de decir que sí al requerimiento de que viniese para hacerle grabar un disco, un disco que contuviera lo menos doce composiciones interpretadas por él mismo. Suerte fue que hiciéramos fe de la formalidad ferroviaria, y nos presentásemos a la hora señalada por el servicio: efectivamente, el tren, para no dejar de ser informal, arribó esta vez a horario. ¡Las ocho de la mañana, domingo, y, para colmo, invierno! Pero algo muy importante había llegado a Buenos Aires, y por única vez, entre semanas y semanas de desesperante cielo gris, apareció un sol brillante y tibio que apaciguó a la tierra. Había llegado un enorme trozo de canto.

Al instante de inspiración suprema, que la gente llama de creación, el poeta la denomina de canto. Por eso, Walt Whitman, el máximo artista norteamericano, tituló su obra cumbre Canto de mí mismo; por eso, entre nosotros, subraya Pablo Neruda en dos versos ya eternizados:

 Dios me libre

de inventar cosas cuando estoy cantando.

 Y cuando el pintor logra en el cuadro, en pinceladas rápidas que hacen vibrar toda la obra, la suma de su emoción, el buen público señala:

¡C6mo canta ese color!. De donde, canto,  viene a ser el sentido mismo del arte. No de otra manera debe interpretarse la proposición: El canto de Rolando Valladares.

Ya está, pues, aquí. ¡Pero qué difícil describirlo! Una sencillez olorosa a pan casero, y que emana, no solo de  su ademán al presentarse, no sólo de su inexistente atuendo, y no sólo, en fin, de su luminosa naturalidad, sino también, y sobre todo, de su sinceridad inmediata patente en todos sus gestos, sus palabras y su modo de ponerse a andar, nos inhibe para observarlo con ojo de critico y desarma nuestras defensas: hombres así nos humanizan. Sin embargo, mírenlo: su estatura es similar a la de Chaplin, y tiene como Chaplin, los ojos claros impregnados de bondad. ¿Qué más? Realmente hay que perseguirlo para sonsacarle otros detalles. Una y otra vez se escabulle por detrás de su canto y sus canciones, que –esto si regala con increíble generosidad. “Es lo mejor de mí”, aclara, aunque uno, y sin querer con ello contradecirlo, aprecie en la misma medida su amistad de varón bien nacido y mejor templado. De aquí, de este ámbito no siempre propicio al relato en público, cabe extraer cuando mucho el dato de que Roberto Valladares posee, como el más apto de los norteños, un ingenio agudísimo para poner motes y hacer comparaciones que apunta, siempre, a provocar la risa sin complicaciones. Indudablemente, es partidario de la alegría sana y fecunda. Por eso canta. Porque ama la vida.

 Me voy a los cerros altos

A llorar a solas, lejos,

A ver si se apuna el dolor.

Subo, subo.

 ¿Hacia qué horizontes, no obstante, quiere remontarnos este canto, este arte? Intentemos recordar las palabras del propio Valladares.

-El músico debe preocuparse solamente por dos aspectos: la autenticidad de su canción y la jerarquía de su composición. Para mí, auténtico es aquello que uno siente profundamente, aquello que uno ha oído en muchas partes y en ninguna. Una música así no tiene nada que temerle al tiempo. Al contrario.

“Rolando -le hemos dicho-, aunque, hoy por hoy, la palabra folklore es empleada sin mayor propiedad, ¿crees que tu música apunta a lo folklórico?”.

-A mí eso no me interesa. Yo no soy investigador, sino compositor. Yo soy provinciano, y de Tucumán: no puedo nutrirme sino de aquello -a lo que pertenezco y me pertenece. Una música que responde realmente a su medio, a su paisaje, a su gente, contiene una emoción que vale para todos, y yo me he emocionado hasta las lágrimas oyendo la interpretación que del tango Sur hace en piano Norberto Ambrós. Yo escucho música de todo tipo y de todas las épocas.

Y efectivamente: finalizada una de esas jornadas agotadoras que representan cuatro horas consecutivas de grabación, Rolando Valladares pidió, ya en la tranquilidad del hogar, música de Brahms. Después, Chopin, en seguida, Beethoven. Y luego del intervalo de la cena volvimos a callar para oír, porque la conversaci6n nos había conducido hacia este punto, el piano de Horacio Salgán, el bandoneón de Piazzolla, las orquestas de Trono y Pugliese y la voz de Rosita Quiroga. Era ya la una de la mañana, y Valladares, a pesar de su cansancio físico y no obstante que al DIA siguiente lo esperaba otra jornada igualmente agotadora, levantó su guitarra e hizo renacer cuatro, cinco, seis canciones suyas…, hasta que debimos ordenarle perentoriamente que se acostara. Séame perdonada la referencia personal, pero no más de tres veces en mi vida he sentido con tanta intensidad la presencia del músico, así, en singular. 

-¿Por quéhabla Valladares, y su tono tiene un fuerte acento de reconvención, aun de censura, por qué se tocan tantas piezas absurdamente faltas de sentimiento, de compenetración con nada, y de una baratura exterior insoportable, habiendo, como hay, tantas composiciones hermosas que gustan , mucho más a la gente?

La pregunta parece ingenua, y, sin embargo, no lo es. Contestarla equivaldría formular todo un programa de preguntas interrelacionadas que consultarían, inevitablemente, aspectos de la vida del país cuya oportunidad está en otro sitio, no en estas páginas. En todo caso, la critica y la pesadumbre del músico son procedentes: queden registradas.

E inmediatamente:

-Otra cosa que no deberíamos tolerar (¡salud, Valladares por  el plural! son esos arreglos y esas llamadas “orquestaciones” que desvirtúan totalmente el sentido de la canción. O, si no, están los que no teniendo nada que decir, lo dicen bien enrevesado. ¿Quieren engañarnos, o engañarse?

Pero Rolando Valladares es, fundamentalmente, un hombre de afirmaciones; es un hombre que hace, que construye: es un artista. Como su arte es arte de expresión, arte de comunicación, y nunca de halago, su repertorio tiene poco y nada que ver con esas tenidas seudamente folklóricas y activamente bailables. Cuando el canto de Rolando Valladares se alza, de una u otra forma comprendemos el lenguaje profundo de un ser que habla, íntimamente, a nuestro propio ser. He aquí algunos de los títulos que integran su mensaje: Vidala del llanto; Lejos; ¡Ay, mi amor!; Noche de luna; Canto de soledad; Vidala del lapacho; Primavera; Canto de zafra; Por Amaicha; Canto a la Telesita; Canción de las cantinas; Noche huascha; Tarco viejo; Vidala de la sequía. Zambas: Del carrero; Del alba; Del familiar; Del romero; De la pena; La salinera; Tafí del Valle, Cuando me vaya; La vida es un canto largo; Coplas a la luna; etcétera. ¡Soberano mensaje!

Para felicidad de todos, la obra de Rolando Valladares está siendo editada por la Editorial Lagos. Empresa absolutamente digna de aplauso. ¡Ojalá sirva de emulación! Y ya que estamos en el capitulo de las referencias, sea dicho el nombre de los cuatro poetas que unidos a este compositor nos dan tanta agua pura del canto: Raúl Galán (no hace mucho, muerto en un accidente), Manuel J. Castilla,. José Moreno y Luis Sánchez Vera, este último pintor, asimismo, e ilustrador de varias de las carátulas de las partituras.

Rolando Valladares ha regresado ya a su tierra. Su estada en Buenos Aires, de apenas una semana, ha promovido inquietudes que, seguramente, cuajarán en muy dichosos resultados. Quienes tuvimos el honor de invitarlo, para que la interpretación de su canto pudiera llegar a todos los puntos del país, podemos ahora difundir la gran novedad: dentro de muy poco, un disco long-play de 30 cm., en edición no comercial, será el portador de doce canciones de Rolando Valladares con su propia voz.

 HUGO ACEVEDO

 

En Folklore Nº 118 (Febrero de 1973) José Augusto Moreno corresponsal en Tucumán en ese momento ,  amigo y coautor con Valladares por ejemplo de esas hermosas “Coplas para la Luna” lo entrevista en su refugio tucumano , repasando sus inicios en la música y comentando algunas de sus obras fundamentales.

Y hay que llegar a Folklore Nº 259 (Junio de 1976) para encontrar en el prólogo el anuncio que nuevamente José Augusto Moreno le dedicaba una “carta abierta” que representaba según la Revista “un poema de amistad y amor”

                             

Efectivamente en unas páginas repletas de pinceladas poéticas y cierto misticismo acorde a las creencias del autor de la nota , José Augusto Moreno  enaltece la obra silenciosa pero profunda de Rolando Valladares.

En la última página acompañan a una relación de la mayor parte de sus obras , unas coplas del poeta Luis Alberto “Lucho” Díaz  .“Poeta de Bellavista” se llama el libro que recientemente ha editado la UNT.

Rolando Valladares fallece en Tucumán en setiembre del 2008 a los 90 años de edad .

En 2018 Roberto Espinosa  y el Diario La Gaceta publicaron el libro

“Un Chivo con alma de Vidala”

Ver:  https://www.youtube.com/watch?v=wTuE1n6i4iU

  Anteriormente, en el año 2006, la Universidad Nacional de Tucumán edita el libro “Solo en mi rancho,  Cancionero de Rolando Valladares” una compilación y edición de las  partituras de sus temas bajo la dirección general de Leopoldo Deza. En las páginas finales se adjunta la aparición cronológica de la obra del autor y compositor tucumano y las principales grabaciones de las mismas.

Estas, junto a la presentación del libro por Ricardo Kaliman y el prólogo escrito por Leopoldo Deza se dejan en PDF descargable:

Solo en mi rancho Cancionero de Rolando Valladares


Tanto el disco “El canto de Rolando Valladares “ como otra cinta de casette editada en 1987 por el sello Amaicha, con 8 canciones y acompañamiento de Luis Víctor Gentilini bajo el título de “Argentino de Tucumán”  se pueden descargar  de los portales; Folklore del NOA ,Voces de la Patria Grande y otros o escucharlos desde Youtube.

 La partitura de “Canción de las Cantinas” con letra de Manuel J. Castilla,  fue ilustrada por el catamarqueño Luis Sánchez Vera.Fue grabada entre otros artistas por Conjunto Huayna Sumaj, Mercedes Sosa, Dúo Herencia o Liliana Herrero.

La versión que se deja es la del mismo Rolando Valladares extraída de su disco de 1964.

Y con ilustración de  quien escribiera la letra,  Luis Alberto Sánchez Vera esta  de la zamba “La Salinera” de 1963.

La versión es del cantor Ernesto “Negro” Jiménez extraida de “Compilado de Catamarca Nº 3”

https://youtu.be/Bh-YRZFdYGE?t=669